lunes, 7 de julio de 2008

Ella era mi muela favorita

Estos días estoy visitando mucho a un hombre: es joven, alto, moreno... y dentista. Debido al lamentable estado de mi dentadura no me queda más remedio que frecuentar su compañía. Esto no es debido a mi poca higiene (yo la catalogaría de 'normal'): sinceramente creo que tengo unos dientes de muy mala calidad (genes malos). Sea como fuere, el caso es que a pesar de mi resistencia, tuve que pedir cita, y allá que me fui, temblando toda yo (incluida mi cartera).

Una vez tumbada en la camilla, y para no prestar atención a la sangría que me estaban practicando, comencé a divagar sobre lo primero que venía a mi cabeza. Pensaba en el típico amor de las series, paciente - médico… Este tipo de enamoramiento se entiende, ¡el médico es un hombre que te salva la vida! ¿pero podría yo enamorarme de mi dentista? Seguramente sí, si hacemos caso al tópico de que a las mujeres nos gusta que nos hagan sufrir, creo que más que este hombre (fisica y económicamente) no me ha hecho sufrir nadie con mi consentimiento xD En cualquier caso, dejando aparte mis reservas sobre la capacidad de enamorarte de alguien que parece estar haciendo ganchillo dentro de tu boca, ¿¿¿cómo un dentista podría enamorarse de su paciente??? Esto sí que es increíble, ya que si tienes bigote, entrecejo, si te huele el aliento, si tienes la boca hecha un asco, todo eso él ya lo ve sin una cita de por medio (y su cantidad de alcohol correspondiente). Además, ni que decir tiene que todo el glamour se pierde enjuagándose la boca cuando ésta está anestesiada (ojo que te lo echas todo encima, dijo él :S ). Podría argumentarse que si se enamora así, es que ha de ser amor verdadero, ¿serán los dentistas los últimos románticos?.

A veces la propia actuación del dentista me sacaba de mis pensamientos, para preguntarme cosas que evidentemente él sabía que ¡¡no podía responder!!. Hubo un momento lamentable en el que me preguntó que como notaba el diente, y dije que algo raro, que con mi pronunciación perri (por la anestesia) se convirtió en un rraro rraro al más puro estilo papuchi, que él ¡no se cortó en imitar! ¬¬ Después de este momento vergonzoso, en el que noté que me ponía roja, nada volvió a ser igual xDDDD Afortunadamente la sesión acabó al poco, y pude irme sin mi dignidad a otro lado.

Tras la primera fase de esta tortura, ¡he pedido cita otra vez! ¿Serán los empastes como los tatuajes, que crean adicción?