lunes, 2 de marzo de 2009

Madrid, pedazo de esta España en que...

... sentí? viví? aprendí? sufrí? Porque un año da para mucho, quien sabe todo lo que me espera en estos 365 días (de los que ya he consumido 30). Aquí estoy en este primer post del 2009, después de bastante tiempo sin dar noticia escrita. La vida da muchas vueltas y lo último que apetece a veces es ponerse a escribir, aunque luego sea tan fácil y parezca mentira que se haya pasado tanto tiempo sin ello.

Las cosas cambian, eso lo sabe cualquiera y decir algo que todo el mundo sabe no aporta demasiado. Sin embargo sentada en este sofá de mi actual casa, no puedo menos que asombrarme al ver cuánto han cambiado en tan poco tiempo. Hace ya un mes que vivo aquí, y ya me he convertido en una hormiguita más en este circo diario en el que ya me sumerjo con menos sensación de novedad y más de rutina, lo que no es más que una señal de que me he adaptado al medio, como se espera de mí. Ya lo decía en los primeros posts de este blog que surgió a la vuelta
del exilio boque, comentando la capacidad de adaptación y de aceptación de las nuevas situaciones que me sorprendo al encontrar en mí. No me he levantado un solo día pensando que trabajaba donde siempre, ni que dormía donde siempre, sino que extrañamente la nueva situación conforma el escenario en el que me encuentro de manera automática, en mi consciente y en el subconsciente. El entorno es distinto y requiere una fase inicial de reconocimiento, pero la rutina va generándose de manera automática una vez dominado el transporte y el abastecimiento básico. Por supuesto que hay mil cosas nuevas que descubrir, pero el cuartel general y la tranquilidad de espíritu ya están asentados. Ahora solo queda explorar.

Primera regla de oro: domina el metro y dominarás el mundo (o Madrid, que practicamente es lo mismo). Es fácil hacerse un lío aunque este metro está perfectamente señalizado, porque no solo hay que controlar el metro, sino las obras, el cercanías, la riada de gente saliendo y entrando, el póngase a la derecha en las escaleras que tengo que pasar, el su ticket no corresponde a la zona en la que se encuentra, el comprar chocolatinas en la máquina de la estación (y sufrir por ello), tu ticket se avería, se atasca, hay que pasar por donde no es (tu ticket es para todo el mes!! que mas da??) cambiar, saltar, sudar, leer... todo eso y mucho más es el fabuloso (sin ironía) metro de Madrid, con el que puedes llegar practicamente a todos los sitios. Y si no puedes llegar con el metro... ¿de verdad querías ir?

El que diga que con el transporte público no se hace ejercicio miente como un bellaco. Los mejores sprints los he hecho yo a la caza del cercanías, y subir y bajar escaleras a velocidad supersónica endurecen las piernas más que cualquier sesión de spinning. Unido esto al calor que hace, propio de la sauna finlandesa más recalcitrante, hace del metro el lugar para que poner tu cuerpo a punto para el verano!! Poner un pie en el metro es electrizarte de la urgencia que allí se respira y se transpira, y por más que quieras no puedes evitarlo, hay que correr subiendo y bajando hasta llegar al andén de tus sueños que te llevará a boca de metro del otro lado de la ciudad. El metro se odia o se ama, pero no se puede prescindir de él, todos lo usan y lo seguirán usando porque sin él... no se puede vivir.

La gente que no es de Madrid presta más atención a las personas que van en el metro, o al menos eso me pasa a mí. Cuando hago trayectos no muy largos no me trae cuenta sacar el libro (otro temazo, las lecturas en el metro, de las que ya hablaré) así que me dedico a mirar a los congéneres que tengo a mi alrededor a ver que hacen. Dormitan muchos, leen otros tantos, y la mayoría piensa en sus cosas, oyendo o no el correspondiente mp3. Pero es interesante imaginar a donde van, de donde vienen, observar su vestimenta e intentar sacar algo en claro de lo que ves. Siempre y cuando la urgencia no te impida ver más que el reloj y el tiempo de descuento antes de que el siguiente vagón parta hacia su destino sin en él... en ese caso no queda más que correr y correr...